Y caminaba por lejanas tierras, con el mundo resplandeciente y cuidadosamente guardado en el fondo de su bolsillo.
Igualmente, durante esas largas mañanas, muchas de ellas, bañadas de sol y de un suave y fresco viento, Magnífico aprovechaba para encaramarse hasta las alturas del pino, lejos del alcance de sus Apitos.
Se remontaba a hasta la punta, donde las ramas eran tiernas, pequeñas y menos abundantes. Ahí, encontraba los momentos para contemplar no tan solo la espectacular vista, sino también, el mundo interno de sus tiernos pensamientos y de tantos planes para el futuro. Disfrutaba enormemente de estos raticos de quieta soledad, finalmente reconquistando una vez más a su mundo.
Llegado a ese punto, descendía lentamente, con su vida resplandeciente y desenmarañada, cuidadosamente colocada dentro de su bolsillo y de nuevo a su alcance.