y durante las largas las noches de los veranos, recreaba las historias épicas, así como las describían aquellas intrigantes luces tan lejanas
También, le explicaba cómo se agrupaban en constelaciones y le narraba la historia de cada una de ellas.Para el chico, lo más importante de estas sesiones nocturnas eran las historias mismas, las que narraban esas estrellas tan antiguas.
En cada constelación, se representaba un personaje, muchas veces un héroe, al fin y al cabo, el protagonista de alguno de tantos cuenticos suspendidos en la bóveda de los cielos. A Magnífico le cautivaban escuchar estas trágicas y épicas narraciones, grabadas para siempre en la memoria parpadeante del cielo.
Y a su Apito le emocionaba narrarle estos mitos, tal vez, acaso tan solo leyendas de otros tiempos. En su niñez, a su vez, su padre se las había contado y de la misma forma, sentados tranquilamente los dos, durante las largas noches de los cálidos veranos y contemplando las antiguas estrellas. Y entonces su Apito se imaginaba este proceso remontándose de generación en generación, hasta perderse en la lejanía de los tiempos pasados.