E ingenuamente pensamos medir el paso del tiempo por nuestra vida, cuando es nuestra vida, quien desfila ante el interminable tiempo
Convencido, se acomodó en la cama. Sentía el cansancio invadir su consciente, conduciéndolo al mundo misterioso de los sueños. Resistiéndose a dormir, sin más, siguió repitiendo la frase, buscando el poder de su magia escondida en la repetición.
Jamás se percató cuando el sueño lo venció en la batalla, Sin saberlo, había logrado lo que tanto buscaba, pues temprano durante la madruga siguiente, tal vez demasiado, abrió los ojos de par en par. Magnífico no tenía reloj, ni algún medio para medir el tiempo. Sin embargo, éste lo conocía de manera natural. A través de su reloj interno, comprendió que finalmente había logrado despertar mucho antes de lo acostumbrado.
Sonriendo, de oreja a oreja y pleno en su satisfacción, se estiró dentro de la cálida cama. Cauteloso se levantó, mostrando un extremo cuidado en no hacer ruido alguno que irrumpiera esa quietud de las horas nocturnas.
Salió cuidadosamente de su habitación y se acercó a la puerta del dormitorio de sus padres. Satisfecho, escuchó los quedos y tranquilos sonidos de su dormir, apenas audibles desde la puerta del dormitorio.