Los ensueños de una vaca apacible


¿A dónde te has ido, cuando al cerrar tus ojos, te olvidas del mundo?


Disfrutando del paisaje San Antonio Palmitas, Antioquia, Colombia
Disfrutando del paisaje           San Antonio Palmitas, Antioquia, Colombia

Después del descanso, solamente faltaba la ordeña de la Agustina, una vaca de color café obscuro y la de Ramona, un ejemplar tan negra por fuera como por dentro, la reina del eterno mal humor, siempre dispuesta a mostrarse inconforme con el orden establecido. Al terminar la ordeña, la responsabilidad del niño consistía en sacar a las vacas al potrero, donde les esperaba un día de rumiar pacíficamente, contemplando y pensando, aquellos pensamientos que seguramente pasaban por la cabeza de las apacibles vacas.

Cortando café San Antonio de la Palmitas, Antioquia, Colombia
Cortando café          San Antonio de la Palmitas, Antioquia, Colombia

En ocasiones las observaba callado y en su mente se formulaba una gran interrogante: ¿Qué pensará La Lencha, pues? Vea la Niña, cómo pasa el día tan tranquilamente, bajo ese sol tan tenaz y casi sin moverse, Y, ¿cómo le parece que mi Apito dice que soy perezoso, pues?  ¿será que cuando duerme a la sombra de esos árboles, soñará sus días cuando becerra, o puede que sueñe con su novio, el toro que a veces la viene a visitar?  Ay Lencha, que pesar con Usté, así me acuerdo yo de la Camila y todavía me provoca hacerle la visita…

Lencha San Antonio Palmitas, Antioquia, Colombia
Lencha           San Antonio Palmitas, Antioquia, Colombia

En esta tarea de sacarlas a pastar, siempre le colaboraba la Juana, una perra sin raza, o posiblemente de muchas de ellas, la que conocía a perfección su oficio y lo venía desempeñando desde que Magnífico era todavía un pequeño, aprendiendo el complicado arte de caminar.


 

 

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