Y cuántas veces al despertar, antes de abandonar la cama, lo único que deseaba eran… ¡unos momenticos más!
Precisamente en el fuerte aroma de su café matutino, Magnífico aún a sus acumulados años, saboreaba los nostálgicos sabores de su terruño tan querido. Los colores obscuros de la bebida matutina, le recordaban aquellos tiempos, ahora lejanos y para siempre desaparecidos de su vida temprana.
Cuando no era más que una pequeña criatura, él solía despertar por las mañanas, durante las obscuras horas de una noche que aún se languidecía.
Disfrutaba de unos breves momenticos más, resguardado bajo el calor de las cobijas, con una franca inocencia ante los augurios del futuro, gracias esa candidez ingenua, tan privativa de la niñez.