Y cuando al fin, el pez mordió el anzuelo, el pescador quedó irremediablemente enganchado
Aureliano Marroquí manifestó una pasión por la raza equina desde niño. Aprovechando su nueva situación económica y gracias a la generosidad del azar, invirtió en tres caballos y dos yeguas.
Siempre hábil para detectar las posibilidades de negocios, compró una zorra o una carreta para tirar con los caballos y se dedicó a recolectar la leche de las fincas aledañas, la cual transportaba a una lechería, en la ciudad de Manizales.
A las cuatro de la mañana, ya se encontraba feliz cargando la leche en la primera de las fincas de la ruta, mientras conversaba con su vecino de esto y de aquello.