Capítulo X: De los digestivos y el café
Sin duda alguna, yo era la consentida entre los nietos del abuelo. Desde muy pequeña, él pasaba mucho tiempo conmigo y a su manera, trataba de prepararme para la vida. Bastaba que viera que me sentía mal o también por qué no, cuando me sentía bien, ahí se encontraba para compartir la vida conmigo.
Una mañana de verano me encontraba con fiebre, triste, cansada y más que aburrida. Me encontraba recluida en la cama cuando menos por otro día más. Francamente esta situación me tenía verdaderamente deprimida. Adolorida de pies a cabeza, había llegado al punto en que nada me importaba. Incluso mi mamá se encontraba seriamente preocupada. Conforme transcurrían los días no mostraba indicios de mejorar y salir de esa enfermedad que me mantenía firmemente atrapada en sus garras.
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